viernes, 16 de julio de 2010

ya nada es lo que era

El 16 de julio, era un sábado en aquel año y podría afirmar que paso sin pena ni gloria para mis 9 años. Seguramente me levante, desayune mi mate cocido, me abrigué aunque no demasiado. Los inviernos en Posadas (Misiones) no eran tan crudos como los de Buenos Aires; la ropa era más suelta y el sol calentaba más. Habré jugado en la plaza de juegos que tenía abajo, un poco de tobogán, un poco de hamaca y si, pasamanos también. A la tarde habré salido a trepar árboles para conseguir unos ricos nísperos, andar en bicicleta y volver a casa. Jugar al tutti frutti con mi familia y amigos.
El lunes 18 seguramente fue otra cosa. Ir a la escuela, hacer tarea y seguir jugando. Fue el martes 19 que la noticia llegó a mi casa. Estábamos con mi papa y mi mamá mirando Tiempo Nuevo (Neustadt) en el que invitaba a familiares de victimas de aquel atentado ocurrido en la sede de la AMIA la mañana anterior. Y fue ahí, mi papás las vio. Eran la mujer y las hijas de su amigo, de mi padrino, sentadas esperando noticias de Gabriel que había ido a hacer una changuita esa mañana a AMIA y no había aparecido después de ese estruendo a las 9.53 am.
No sé si tengo muchos recuerdos de las sensaciones que tuve en ese momento. Supongo que ver la angustia de mi viejo, el llanto desconsolado de mi madre. Si recuerdo que al otro año nosotros ya estábamos viviendo de nuevo en Buenos Aires, y volví ahí donde Gabriel se encargaba de armarnos las hamacas o una casita en el árbol para que juguemos por horas. Pero Gabriel ya no estaba, y no volvió a estar más. De Gabriel no se pudieron ni enterrar los recuerdos, no volvimos a saber de él nunca más. Se detuvo en ese instante la vida de él y se hizo un hueco irrecuperable en la vida de otros, nosotros los que nos quedamos con la sensación de que la justicia no va a existir nunca. Que el perdón existe, pero si nadie nos viene a pedir perdón, si nadie se hace cargo ¿a quien perdonar?
Siempre lo digo, al que no le arrancaron una vida de la forma que nos arrancaron a nosotros, los familiares y amigos de las victimas del atentado de la AMIA, los familiares y amigos de victimas de Cromañón y otras tantas tragedias que nos sacudieron en estos años, jamás van a sentir ese dolor. Y ojala que nunca la sientan, por que es un dolor vacío, por que es saber que ninguna Justicia sanara este dolor, por que es saber que nunca nos devolverán a nuestros muertos.

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